miércoles, 4 de noviembre de 2015

Sobre Radhamés Gómez Pepín

Por Luichy Sánchez Peralta

Al unirme al pesar por el fallecimiento de don Radhamés Gómez Pepín, deseo exponer algunos recuerdos.

Nací en 1960, por lo que mi infancia transcurrió durante esa década. Para ese tiempo, mis padres vivían en la avenida Hermanas Mirabal de Santiago (esquina Capotillo), justo en la frontera de los conocidos sectores de La Joya y Baracoa, y casi enfrente vivía don Radhamés con su familia.

Una sobrina de don Radhamés era compañera de estudios de mi hermana mayor y recuerdo a sus hijos Chiqui y Momoncho. A partir de la década de 1980 me relacioné un poco con Chiqui, porque ambos abrazamos la profesión de periodismo.

En 1981 me inicié en prensa escrita, cuando nació el desaparecido periódico santiaguero “El Día”, dirigido por Huchi Lora. Don Radhamés era sub-director o algo así. Recuerdo que Huchi y él eran los “jefes”. ¡Cuánto aprendí con ellos! Dos verdaderos maestros.

Mi suegro (Ing. Víctor Sagredo) me cuenta que doña Ana, la madre de don Radhamés, fue una de sus más influyentes maestras, cuando en las escuelas existían verdaderos maestro y maestras.

¡Y cómo no recordar los ingentes esfuerzos de don Radhamés a través de “El Nacional de Ahora” para que a mi padre se le pagara una deuda que con él tenía el gobierno de Leonel Fernández del período 1996-2000! Terminó pagándola Hipólito Mejía.

Hace unos siete años, realizando unas investigaciones, fue don Radhamés quien me dio luz sobre el conflictivo final del campeonato de béisbol 1958-59, cuando intereses de la tiranía en los equipos de la capital influyeron para que los Tigres del Licey utilizaran de manera ilegal dos jugadores extranjeros pertenecientes a las Águilas Cibaeñas (tema para otro artículo).

Todos hemos escuchado y leído interesantes historias sobre la vida de don Radhamés. Es posible que haya sido “el último mohicano” de un estilo periodístico que me parece hará falta, especialmente viendo cómo hoy se ha corrompido ese delicado oficio en la República Dominicana.

¡Paz a sus restos!

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