Por Luichy Sánchez Peralta
Casi a diario, por diversas vías, a los
dominicanos nos piden reflexionar ante las dificultades nunca superadas en el
país. Se me parece a lo que ocurre con las expresiones “estamos tomando
medidas” o “tomaremos medidas”, que de tanto “tomarlas” vivimos en embriaguez
permanente. En realidad, nunca se toman en procura del bien común.
Ya hace demasiado tiempo que los dominicanos
estamos necesitando convertir la reflexión en acción, con urgencia, pero
seguimos empantanados y sumergidos en lo que se conoce como "parálisis del
análisis”. Dejando espacio para las excepciones, los que mejor viven luchan
para que los que peor viven sean más cada día. Se trata de una vida cada vez
más deshumanizada y menos empática.
Quienes llegan al poder político procuran
perpetuarse en ese poder, pero para sustentarlo necesitan que sus subordinados
se mantengan anestesiados y entretenidos en banalidades. Para ellos, mientras
menos piense la población, mucho mejor. Por eso, la sumatoria de analfabetos
(formales y funcionales) e ignorantes siempre es mayoría.
A partir de 1966, Balaguer representó el
“neo-trujillismo” y parece que los dominicanos no nos dimos cuenta… 30 años
después, Fernández representó el “neo-balaguerismo” y parece que tampoco nos
dimos cuenta… peor aún, vivimos en autocracia (nada ha cambiado), con un país
secuestrado por un partido político, pero los dominicanos seguimos anestesiados
y entretenidos.
El control de los medios masivos de comunicación
es el principal sostén de ese statu quo. Debo aclarar que nunca he tenido (ni
tengo) simpatía con ningún partido político. En esencia, todos los que han
gobernado son lo mismo.
¿Cómo es eso de “premiar” con una reelección
a un gobernante bajo el pretexto de que supuestamente lo ha hecho “bien”, como
si originalmente habría sido electo para que lo hiciera “mal”? Los funcionarios
son elegidos y nombrados para que lo hagan bien… y que venga el reemplazo.
Lo que necesita el país es crear las
condiciones para que fluyan los cambios, los relevos, las oportunidades de
auténticos líderes, que el paso por el llamado “tren gubernamental” sea
verdaderamente pasajero, que nadie se aferre a lo que no le pertenece.
Cuando uno crece aprendiendo decencia,
respeto, pulcritud, empatía, “dar de sí antes de pensar en si” (filosofía
rotaria), pero la sociedad en que uno vive se comporta al revés, tengo que
admitir que soy un inadaptado.
Desde que uno se levanta cada mañana hasta
que se acuesta cada noche, el bombardeo no cesa: crímenes, violaciones,
impunidad, manipulación, indecencia, corrupción, irrespeto, hipocresía (de
gobernantes y gobernados)… pero todo lo aceptamos con normalidad, entonces
tengo que declararme un inadaptado.
Lo que tenemos los dominicanos no es vida,
pero luchamos para engañarnos y creer lo contrario. Como nuestros partidos
políticos son negocios para un grupo enriquecerse (los que tratan de ser
diferentes no avanzan), nada positivo se puede esperar. Ya lo dijo un
reconocido empresario: “Si preocupante es la corrupción que tenemos, más
preocupante es los que aspiran a ser corruptos”.
Tenemos que esforzarnos por mantenernos
optimistas, pero vale la pena resaltar que el optimismo es como la fe, hay que
abonarlo permanentemente, no sólo es retórica.
Lo expuesto en este artículo no es exclusivo
de la República Dominicana, pero por ser mi país, es el que me interesa.